No se lo lleven, estará muerto pero es mío. Que no se lo
lleve nadie. Quiero permanecer junto a él porque siempre estuvo conmigo cuando
lo necesité. En mis largas noches de insomnio me cobijaba del relente con su robustez. Cuántas noches de
luna llena hemos contemplado las sombras fantasmales que proyectaban los
objetos que nos rodeaban y que no consiguieron nunca asustarme porque estaba a
mi lado. Había tanta sintonía e intuición entre nosotros que la inspiración
brotaba en forma de palabras y me animaba a plasmarlas en los folios. Mi autoestima con él
escalaba hacia la cima. El vientecillo suave del otoño nos acariciaba y el
susurro de las hojas al caer, me llenaba de paz y alegría.
Le llegó el final, a todos nos llegará. No quiero que
se lo lleven. Deseo estar junto a él hasta que desaparezca. Se descompondrá, lo
comerán las hormigas y gusanos, pero no le faltará nunca mi compañía. Echaré de
menos su sombra en verano, el siseo de las hojas multicolores del otoño, la
desnudez invernal y la explosión exuberante de la primavera.
Llena de melancolía y haciendo un gran esfuerzo por hablar,
le dije: Se pueden poner como se pongan, no permitiré que el hacha te corte en
trozos. No alimentarás ninguna caldera o chimenea. No te traicionaré volviendo
la espalda. Porque muerto sí, pero seguirás siendo mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario