jueves, 24 de enero de 2013

TERTULIA


                                                        

 

Sonaba con insistencia el timbre de la puerta, Juan se levantó rápidamente, salió al pasillo y la abrió. Ante él estaba un policía desencajado, tan nervioso que apenas podía hablar y le dijo: “Señor…siento…decirle…que desde una ventana de esta casa, hace un momento, se ha tirado una niña”. Si le hubieran echado un cubo de agua helada encima no le habría causado tanta impresión, se quedó como una estatua, sin poder decir nada.

Todo había comenzado en esa tarde de sábado cuando un grupo de amigos celebraban el cumpleaños de Juan, en su casa. Desde la infancia existía entre ellos un compañerismo que desembocó en fuertes lazos de amistad, y sobrevivió a la difícil etapa de la adolescencia, al olvido de la separación y al paso del tiempo, que ha llegado hasta hoy reforzada desde que se incorporaron al grupo esposas e hijos.

Los chavales, de edades parecidas, compartían juegos y peleas en la habitación de los pequeños anfitriones, las risas y voces se oían como música de fondo, tan familiar para sus jóvenes padres, que inmersos en la agradable tertulia, de pronto vieron como uno de los niños interrumpía gritando, con los ojos llenos de lágrimas:

––  ¡Mamá! ¡Papá! ¡Verónica quiere ser pájaro! Al ver que nadie se movía, gritó con más fuerza ¡Qué quiere ser pájaro!

––   ¡Pues que sea pájaro! A ti ¿Qué más te da? No os peleéis por tonterías y dejad de molestar.

El niño, la cara llena de sorpresa, con la boca abierta, dando saltos, se resistía a salir de allí. El padre se le acercó, le acarició la cabeza para tranquilizarle pensando que lo que tenía era una rabieta y con la mirada le invitó a salir, después, se dio la vuelta e ignorándole continuó la conversación  con los amigos. No había pasado mucho tiempo cuando en la habitación de los niños se empezó a oír una gran algarabía, seguida de muchas carreras por el pasillo que se interrumpieron por el timbrazo que sonó en la puerta de la casa.

Y así fue como se abrió un abismo entre ellos, se rompió la comunicación para evitar reproches, las parejas se aislaron y extrañamente también cada individuo, no querían mirar atrás para no recordar.

jueves, 17 de enero de 2013


SENTIMIENTOS: INFIDELIDAD
 

Como muchos otros sábados, estábamos dispuesto a salir y mi marido salvo quizás, por
una casi imperceptible gota de sangre que le cayó en el zapato afeitándose, estaba
impecable. Presentaba un aire fresco y renovado. El traje perfectamente planchado.
Había elegido la corbata exacta, la que mejor coordinaba con el resto de la vestimenta.
En el rostro lucía una de las mejores sonrisas que yo conocía, y nuestra habitación
emitía un olor exagerado a perfume.
 
                    Vestida para la ocasión, esperaba paciente sentada en una descalzadora
y observaba de reojo la expresión de su cara que cambiaba de un momento a otro y
mostraba unas veces alegría y otras ausencia e indiferencia; por lo que yo no tenía que
disimular, me ignoraba. Me daba cuenta que estaba muy nervioso. No paraba en ningún
lugar.
 
                     Un poco después, salimos de casa para encontrarnos con Juan y Pepi, una
pareja de amigos. Íbamos a cenar juntos en un restaurante cercano a nuestra vivienda.
En el corto trayecto apenas nos dirigimos la palabra.

                      Puntuales todos, llegamos al mismo tiempo. Nos saludamos mostrando una sonrisa fingida y durante la cena nos esforzamos para que la conversación fuera espontánea y distendida. Hablando del tiempo y el fútbol casi lo conseguimos. La cena se alargaba y las miradas que se intercambiaban mi marido y la amiga de vez en cuando, confirmaron mis sospechas. La memoria me hizo recordar por un momento, cuando muchos años atrás, era yo la receptora del mismo tipo de miradas. Estaba claro, allí sobrábamos dos personas, el marido de ella y yo.
                      De pronto sentí una sensación agradable: la conciencia se me liberaba.
 ¡Adios  remordimientos!...

                       Con la excusa de ir al servicio, salí del comedor y Juan, el amigo, se reunió conmigo unos segundos después. Teniendo en cuenta la situación, fuimos muy considerados con ellos, porque antes de desaparecer le dejamos al camarero para que se la entregara, una carta aclarándoles los motivos de nuestra actuación.
 
                        Y ya fuera, con la brisa de la noche dándonos en la cara, nos miramos felizmente y agarrados de la mano comenzamos a caminar.
 

           

 

 

 

 

jueves, 10 de enero de 2013

FIDELIDAD




                                                              
No se lo lleven, estará muerto pero es mío. Que no se lo lleve nadie. Quiero permanecer junto a él porque siempre estuvo conmigo cuando lo necesité. En mis largas noches de insomnio me cobijaba del  relente con su robustez. Cuántas noches de luna llena hemos contemplado las sombras fantasmales que proyectaban los objetos que nos rodeaban y que no consiguieron nunca asustarme porque estaba a mi lado. Había tanta sintonía e intuición entre nosotros que la inspiración brotaba en forma de palabras y me animaba a plasmarlas en los folios. Mi autoestima con él escalaba hacia la cima. El vientecillo suave del otoño nos acariciaba y el susurro de las hojas al caer, me llenaba de paz y alegría.                                    
Le llegó el final, a todos nos llegará. No quiero que se lo lleven. Deseo estar junto a él hasta que desaparezca. Se descompondrá, lo comerán las hormigas y gusanos, pero no le faltará nunca mi compañía. Echaré de menos su sombra en verano, el siseo de las hojas multicolores del otoño, la desnudez invernal y la explosión exuberante de la primavera.
Llena de melancolía y haciendo un gran esfuerzo por hablar, le dije: Se pueden poner como se pongan, no permitiré que el hacha te corte en trozos. No alimentarás ninguna caldera o chimenea. No te traicionaré volviendo la espalda. Porque muerto sí, pero seguirás siendo mío.