A mi mujer no le gusta que le fastidie sus estrategias, pero disfruto haciéndolo. Las tiene para cada momento: estrategias mañaneras, del almuerzo o de la cena. Estoy cansado de tanta programación. Esto no hay quien lo aguante. Para sobrevivir he tenido que acogerme a la mía propia, no tener ninguna. Hago lo que quiero, cuando me parece y si tengo ganas. Esto me supone aguantarla estoicamente muchos ataques de histeria y castigos de visitas al psiquiatra.
Pero lo que ella ignora es que éste me comprende muy bien, y además de aliviado salgo muy contento con la piruleta que siempre me regala.