El aljibe de mi casa en tiempos atrás tenía mucha agua, todas las vertientes del tejado estaban perfectamente sincronizadas y dirigían sus aguas a él. Eran épocas, que llovía frecuentemente y mucha cantidad. Allí se recibía con expectación y cantos a toda la que llegaba. Había mucha alegría infantil.
Los cambios hacia el progreso se hacían patentes. El tiempo tambien se estaba alterando, cada vez llovía menos. Era urgente tomar una decisión y mi padre decidió arreglar la cubierta del tejado, lo trastocó todo. El aljibe ¿para qué No es necesario, ya no caía agua en él. Ya se apagaron los murmullos y el ronroneo que producía al caer. Ahora silencioso y oscuro acoge con resignación las bicicletas inservibles de todos los niños de la familia y las de los demás niños del barrio.